Traumatismo Craneal Leve. Cuidado del Paciente en su Domicilio

26 de marzo de 2023
Traumatismo Craneal Leve. Cuidado del Paciente en su Domicilio
Escrito por: Dra. Romero Martín

 

Traumatismo Craneal Leve

En los pacientes que han sufrido un Traumatismo Craneal Leve, si después de la exploración y las pruebas realizadas en un Servicio Médico de urgencias, no se evidencias signos de gravedad, se le envía a su domicilio y se recomienda a la familia que realice observación del paciente

Para ello y aunque la posibilidad de que aparezca un empeoramiento es mínima, es conveniente que durante las primeras horas se sigan las siguientes Recomendaciones:

    El paciente ha de estar en compañía de alguna persona adulta, principalmente en caso de niños, que vigile la posible aparición de signos de alarma, comprobando cada 2 – 3 horas que no está somnoliento, que habla, que está correctamente orientado y que mueve los miembros con normalidad.

 

    El reposo relativo en domicilio durante 24- 48 horas, evitando durante las primeras horas las luces y ruidos intensos, si el sujeto tiene dolor de cabeza.

    Es conveniente mantener una dieta absoluta durante las primeras 8 horas.

    Posteriormente puede comenzar a ingerir alimentos ligeros y blandos, en pequeñas cantidades. Sin esforzarse en comer si no se tiene apetito, durante este período de observación.

    No debe tomar ni alcohol ni tranquilizantes durante ese período.

    Es normal que aparezca cefalea (dolor de cabeza), que puede durar 24 – 48 horas. Y que puede ser de intensidad moderada o leve.

    Para el dolor de cabeza puede tomar los analgésicos prescritos.

    Se aplicará hielo en la zona del traumatismo, sin que entre en contacto directo con la piel.

    Puede dormir, pero será despertado cada 3 – 4 horas para comprobar que se encuentra bien.

 Se acudirá al Servicio de Urgencias si aparece alguno de los síntomas siguientes en el paciente:

    Dolor de cabeza intenso, persistente, o que va en aumento y que no cede con los analgésicos administrados.

    Vómitos bruscos o persistentes (en «escopetazo»), a veces no precedidos de náuseas.

    Tendencia anormal a dormir o dificultad para despertarse, Pérdida de conocimiento.

    Confusión o desorientación, irritabilidad, alteraciones del carácter o actitudes anormales.

    Dificultad para hablar o para expresarse.

    Tamaño de las pupilas claramente diferentes o visión doble o borrosa.

    Pérdida de fuerza o de movilidad en alguna extremidad.

    Aparición de sangre o líquido acuoso en alguno de los oídos o en la nariz.

 

 

 

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