Mal de Altura o de Montaña
El Mal de Altura agrupa los trastornos relacionados con estancias en áreas de gran altitud sobre el nivel del mar. La tolerancia de los viajeros a la altura es variable y no existen pruebas que permitan predecir el riesgo individual.
Suele aparecer a partir de exposición a la hipoxia (falta de oxígeno en el organismo) La presión atmosférica disminuye con la altura, lo que afecta a la biodisponibilidad del oxígeno, ya que los alvéolos pulmonares no son capaces de transportar la misma cantidad de oxígeno a la sangre que en situación normal.
Es más frecuente en personas menores de cincuenta años y en sujetos que residen habitualmente a menos de 1000 metros de altitud. Aunque se sabe que la hipoxia es la causante del Mal de Altura, el mecanismo exacto por lo que lo provoca todavía es desconocido.
El mal de altura no depende de la edad, ni del sexo, ni de la forma física personal y puede aparecer hasta en los atletas más experimentados.
Causas
La cantidad de oxígeno disponible, así como su densidad, para sostener la atención mental y psicológica disminuye conforme la altitud aumenta.
Además, sucede una deshidratación progresiva debido a una pérdida acelerada de agua en forma de vapor debido también a la altitud. Y esta deshidratación puede contribuir también a que aparezcan los síntomas del Mal de Altura.
La rapidez con la que se asciende, la altura inicial, la actividad física, así como la susceptibilidad individual son factores que contribuyen a este malestar.
El Mal de Altura se puede llegar a prevenir subiendo de manera lenta. En la mayoría de los casos, los síntomas son temporales y usualmente se reducen conforme la aclimatación a la altura ocurre. Sin embargo, en casos extremos, el Mal de Altura puede ser fatal.
Síntomas
Todas las personas experimentan cambios fisiológicos normales con la altitud que no deben confundirse con Mal de Altura.
Entre ellos se encuentran:
Aumento de la frecuencia y/o de la profundidad de la respiración.
Acortamiento de la respiración durante el ejercicio, despertar frecuente durante la noche.
Aumento de producción de orina, Mareo, Cefalea. Elevación del ritmo cardíaco
Náuseas y vómitos. Falta de apetito. Agotamiento físico. Nerviosismo
Trastornos del sueño, que pueden ser bien somnolencia o insomnio. También pueden presentarse episodios de despertarse bruscamente, por la noche, con sensación de ahogo.
Las manifestaciones más graves (y potencialmente letales) del mal agudo de montaña son el edema pulmonar de altitud y el edema cerebral de altitud.
La Gravedad del trastorno depende de:
La altura alcanzada.
La velocidad con que se consigue llegar a la cota.
La actividad física desarrollada a dicha altura.
Los síntomas suelen desaparecer al descender a cotas más bajas.
Los síntomas pueden presentarse desde formas leves a graves. Para la valoración del Mal de Altura y su gravedad se han elaborado diversos sistemas de puntuación.
Complicaciones
Una vez que comienzan a aparecer los síntomas, si se permanece a la misma altitud o se continúa ascendiendo existe un riesgo importante de que la enfermedad evolucione hacia el edema pulmonar de altura o hacia el edema cerebral de altura, que son las manifestaciones más graves y potencialmente fatales.
Edema Pulmonar de Altura. Se caracteriza por dificultad respiratoria importante en reposo, respiración rápida y superficial, dolor de cabeza, tos con secreciones espumosas y sanguinolentas, dolor o presión en el pecho, náuseas, palpitaciones, fatiga extrema y somnolencia. Se puede oír un ruido como de burbujeo al respirar. Suele ocurrir por la noche y es más frecuente en personas jóvenes bien entrenadas.
Edema Cerebral de Altura. Es la forma más grave y rápida del mal de altura. Los síntomas pueden incluir dolor de cabeza intenso que empeora al toser, bajar la cabeza o doblar el cuello; náuseas, vómitos, inestabilidad en la marcha, debilidad, desorientación, pérdida de memoria, alucinaciones, comportamiento psicótico y coma. Los pacientes pueden estar aturdidos y no darse cuenta de que están enfermos.
Otras complicaciones pueden ser:
Aumento de tamaño del ventrículo derecho.
Insuficiencia cardiaca congestiva.
Hemorragia retiniana. Esta complicación se puede padecer a partir de los 5.000 metros de altura
Insomnio de altitud. Es un sueño de mala calidad.
No se recomienda viajar a zonas de gran altitud a personas con:
Angina de pecho. Enfermedad crónica pulmonar descompensada. Hipertensión pulmonar.
Síndrome de apnea nocturna. Anemia falciforme.
Infarto de miocardio de menos de 4 semanas de evolución. Neumotórax espontáneo o de repetición.
Asma no controlada. Enfermedad tromboembólica. Epilepsia no controlada.
Antecedentes de edema pulmonar de altura o de edema cerebral de altura.
Tratamiento
Si los síntomas son leves, suele ser suficiente con el reposo durante 24-48 horas en el mismo terreno para que el cuerpo se adapte, junto con una buena hidratación, una dieta rica en hidratos de carbono y analgésicos suaves si fueran necesarios. También puede optarse por el descenso en cuyo caso la recuperación es más rápida.
Si los síntomas son más graves o empeoran, se debe iniciar el descenso a la menor altura posible con el enfermo siempre acompañado. Siempre que sea posible se debe descender hasta que los síntomas desaparezcan por completo.
Para el tratamiento del dolor de cabeza se pueden utilizar analgésicos suaves.
Nunca se deben utilizar medicamentos hipnóticos o sedantes para tratar el insomnio ya que pueden empeorar aún más la respiración.
La acetazolamida tomada antes del ascenso puede prevenir el Mal de Altura y tomada cuando han aparecido los síntomas puede acelerar la recuperación. Sus efectos secundarios incluyen dolor de cabeza, náuseas y visión borrosa.
También se ha comprobado la efectividad de la dexametasona en el tratamiento del Mal de Altura y del edema cerebral de altura; sin embargo, este fármaco no mejora la aclimatación.
Es preferible tomar acetazolamida para prevenir el Mal de Altura durante el ascenso y reservar la dexametasona para tratar los síntomas mientras se intenta descender. En general estos medicamentos se recomiendan rutinariamente en situaciones de emergencia. La medicación nunca debe sustituir al descenso.
En los casos de edema pulmonar de altura, el nifedipino alivia rápidamente la dificultad respiratoria y la opresión del pecho.
La administración de oxígeno durante un tiempo adecuado resuelve rápidamente los síntomas.
Las cámaras hiperbáricas transportables son muy eficaces y más rápidas que el descenso o el tratamiento con oxígeno. Sin embargo, son caras y su transporte requiere mucho esfuerzo.
Prevención
Para evitarlo es fundamental la aclimatación, es decir, la ascensión debe realizarse de forma suave porque el cuerpo puede tardar de días a semanas en adaptarse por completo a la disminución de oxígeno.
A partir de los 2.000 metros de altitud se recomienda realizar descansos de 2 ó 3 días antes de pasar la noche a una altura mayor.
A partir de los 5.000 metros y hasta los 6.5.000 metros y hasta los 6000 se debe ascender 250 metros por día y a partir de los 6.000 metros se debe ascender un máximo de 200-250 metros al día. Algunas personas se aclimatan rápidamente y pueden subir deprisa y a otras, en cambio, les cuesta aclimatarse y lo hacen con dificultad. Una misma persona puede padecer mal de altura en un viaje y no padecerlo en otro de idénticas condiciones.
La toma de acetazolamida para prevenir el mal de altura solo está indicada en situaciones de ascensos rápidos forzados (rescates, si el terreno no lo permite, etc.) y en personas con antecedentes repetidos de mal de altura.
En altitudes elevadas se debe evitar realizar un ejercicio excesivo, las comidas copiosas y el consumo de alcohol.
Se debe intentar dormir a una altura más baja que a la que se ha estado durante el día. Nunca se debe dormir a más altitud cuando se experimenta alguno de los síntomas.
La dieta debe ser ligera, con abundantes líquidos e hidratos de carbono, los aportes de glucosa pueden ser útiles en los momentos de mayor esfuerzo.
No se debe seguir ascendiendo hasta que todos los síntomas han desaparecido.
Si los síntomas empeoran en reposo se debe descender.
En general los viajeros con diabetes mellitus pueden viajar a áreas de altura, pero deben ser más cuidadosos en sus controles de glucemia.
No hay estudios ni casos registrados de un posible daño fetal en embarazadas viajeras.
La altitud no aumenta el riesgo de ataques epilépticos, pero sus consecuencias pueden ser más graves.
Los niños son tan susceptibles a la altura como los adultos.
El Tema: Mal de Altura o de Montaña. Síntomas y Tratamiento, ha sido revisado, elaborado y resumido por la Dra. María Julia Romero Martín, Especialista en Medicina Interna, para publicar en: www.tumedicoaltelefono.es